Tras los pasos de Lugo: la batalla de la Laguna y la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia

No hacía tanto que el honor castellano se había visto golpeado por la dura derrota encajada en el Acentejo. Allí, cientos de expertos soldados del ejército más temido del mundo, el de la Castilla de los Reyes Católicos, se habían dejado la vida ante la bravura de los guanches comandados por el mencey de Taoro, Durimán Bencomo.
Habían tenido que marchar de la isla, derrotados, pero con la firme intención de volver más fuertes y con la lección bien aprendida. No era Fernández de Lugo, su capitán, quien se arredrara antes las adversidades. Había sido protagonista en la conquista de Gran Canaria, y conquistador de la isla de La Palma, por primera vez entonces al frente de las tropas castellanas.
Y era Tenerife, el gran reino guanche de Tehinerfe, su objetivo, aquel por el que un día, años atrás, en Santa Fé, en Granada, consiguió la venia de la propia Isabel de Castilla.
Situación antes de la batalla de la Laguna
El 14 de noviembre del año 1495, Fernández de Lugo había vuelto a reunir un gran ejército junto a la gran Laguna. De vuelta en la isla, con el apoyo de los genoveses primero, y más tarde, del duque de Medina Sidonia, más de mil soldados, caballería y artillería, a los que se añadirían los supervivientes de la batalla del Acentejo, los canarios de Fernando de Guanarteme, e incluso el apoyo de los menceyes del sur, entre los que destacaba Añaterve, mencey de Güimar, se disponían en orden de batalla, frente a los guanches de Bencomo y Tinguaro.
A estos le apoyaban los menceyatos de Tacoronte y Tegueste, con Acaymo y Zebenzuí al frente, así como el de Anaga, con su mencey Beneharo.
En lo que hoy es el campus de Guajara, en el entorno de la Cruz de Piedra, se celebraría aquella batalla de La Laguna (o de Aguere, como la conocen algunos) que probablemente marcó el devenir de la isla, preludio de la que sería después la gran batalla de la Victoria.
El campamento se había establecido en el actual barrio de Gracia, mientras que la guarnición principal donde quedaron los canarios de Guanarteme se encontraba en Santa Cruz, base original del ejército, en la zona de donde hoy se encuentran los restos del castillo de San Cristóbal.
Desarollo de la batalla de la Laguna
La batalla de la Laguna se presentó igualada desde un principio, los castellanos apoyados en el uso de caballería que les permitía la llanura, y los guanches en el conocimiento del terreno que, previamente, les había permitido formar una taimada estrategia que permitiría rodear al ejército de Lugo en un momento determinado.
Así, el ejército guanche se dividió en tres grupos: en la parte central estaba el comandado por el propio Bencomo, al ala izquierda marchaba Tinguaro, y a la derecha, Acaymo. Por su parte, entre trescientos y cuatrocientos guerreros guanches fueron enviados bajo el mando de Beneharo y Zebenzuí a la zona de Añaza, en el barranco de Tahodio, desde donde atacarían los flancos castellanos y cortarían su retirada.
Fueron precisas varias horas de batalla, cuando en el peor momento para los castellanos, cuando siguiendo los planes de Tinguaro y Bencomo, los guanches de Beneharo y Zebenzuí habían atacado ya los flancos del ejército de Lugo, se presentaron en el combate los canarios de Guanarteme.
Estos habían recibido orden expresa de esperar a recibir la orden de Lugo de entrar en combate, del mismo modo que las tropas auxiliares esperaban en el campamento de Santa Cruz, Sin embargo, y ante la falta de noticias, por cuenta propia Guanarteme decidió llamar a los soldados de Santa Cruz y junto con sus canarios ir al frente.
Fue la ayuda definitiva, porque con ellos, el ejército reforzado consiguió expulsar a los guanches de Beneharo, Acaymo y Zebenzuí que atacaron desde los bosques de Anaga y enfrentarse en una batalla decisiva a Bencomo y Tinguaro.
A partir de ahí, la matanza fue cruel. No solo en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo los guanches caían por decenas en la llanura lagunera, pues la artillería masacraba a los que intentaban huir.
Tinguaro sería el primero en caer de los dos. Atravesado por una lanza en el hombro y en un muslo, Tinguaro se rindió al capitán Pedro Martín Buendía. «Chucar Guayoc Mencey Rest Bencomo Sanec Vander Relat Nazet Zahañe» («No mates al príncipe, tío del rey Bencomo, que se entrega como prisionero«).
Sin embargo, en aquellos momentos finales de la batalla de La Laguna no había ya piedad, y fue atravesado en el pecho por otra lanza.
También Bencomo moriría en aquella batalla dejando el menceyato en manos de su hijo Bentor, aunque a partir de aquí hay ciertas controversias históricas en torno a quien protagonizó el episodio con el castellano Buendía, si Bencomo o Tinguaro. Hay quien apoya incluso la tesis de que Tinguaro no murió en aquella batalla y que se hizo cargo del menceyato durante un tiempo antes de cederlo a Bentor.
En este sentido, sobre la muerte de Bencomo en el campo de batalla de La Laguna, se apoya lo escrito por el historiador Fray Alonso de Espinosa, en el siglo XVI, que decía:
«Entre otros peleó ese día valentísimamente el rey de Taoro, porque con una alabarda, dicen se defendió de siete hombres de a caballo, y al cabo se escapó dentre ellos y se subió por la cuesta de San Roque. Mas aunque destos se escapó, no pudo escaparse de un fulano de Buendía, que sin conocerlo ni saber que era rey (aunque él en su lengua se lo decía ser el Mencey, que es rey), como no lo entendiese, no le valió su reinado, que le pasó con la lanza en un barranquillo estrecho, do quedó…»»
Aquella batalla de la Laguna fue el principio del fin de los guanches en Tehinerfe. A aquella derrota en la La Laguna le seguría la más conocida en lo que hoy es el municipio de La Victoria, la posterior rendición del mencey Bentor junto con Acaymo y Zebenzuí, y la aún posterior de los menceyes del norte, entre los que se encontraba Pelinor, mencey de Icod.
Fernández de Lugo, al fin, había conseguido el gran objetivo de su vida, ser reconocido como el conquistador de Tenerife, como el Adelantado, y construir desde la Laguna un referente urbano que posteriormente serviría de ejemplo a ciudades de todo el mundo.
La iglesia de Nuestra Señora de Gracia
De aquella batalla de La Laguna queda constancia en una iglesia hoy poco conocida teniendo en cuenta su importancia histórica. En agradecimiento por la victoria en La Laguna, quiso construir el Adelantado una ermita, posterior iglesia parroquial, bajo la advocación de la Virgen de Gracia.

Esa iglesia, construida finalmente en el año 1528, se encuentra en el actual barrio de Gracia, a apenas doscientos metros del Museo de las Ciencias y el Cosmos.
El templo es muy sobrio, de planta rectangular, en el que destaca, en el lateral, su robusta puerta de madera antigua, del barroco tardío, así como el techo de teja árabe y la torre campanario del más puro estilo colonial. En el interior destacaría el artesonado del techo y el retablo, barroco, en el que junto a las imagenes de San Gabriel y Santa Catalina, se encuentra la Virgen de Gracia, una talla flamenca que data del siglo XVI, y que llegó a Tenerife en el año 1541.

Dicen que la imagen venía con un niño Jesús en brazos, pero se perdió en el siglo XVIII, por lo que desde entonces tiene una rosa y un libro con tapas de plata en su lugar.
Un buen momento para visitar la iglesia, si además quieres rodearlo de añejas tradiciones es en el mes de agosto, cuando en la localidad se celebran las Fiestas de la Virgen de Gracia.
Seguiré tras los pasos de Lugo en la Laguna, de su mansión, de su plaza, la patrimonial plaza del Adelantado, de la que fuera la primera iglesia que se fundara en la isla de Tenerife, y de la triste historia del final del conquistador y de cómo sus restos acabaron en la catedral de La Laguna, donde al fin reposan en paz.
Pero esas… esas serán otras historias.

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