Carnaval de Santa Cruz, una fiesta con historia

Ya estamos inmersos en una nueva edición del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, la fiesta canaria por excelencia. Los festejos, que vienen celebrándose desde el pasado 10 de febrero, tal y como anuncia el Programa Oficial del Carnaval, vivirán su apogeo entre el viernes 4 de marzo y el domingo 13, cuando se pondrá punto y final a los festejos.

Según la documentación existente, el Carnaval de Santa Cruz tiene su origen en el siglo XVIII, teniendo altibajos a lo largo del siglo XIX y alcanzando su máximo esplendor a partir de la pasada centuria.

No obstante hay quien sitúa el origen de estas fiestas en el siglo XVII, asegurando que habían sido traídas por comerciantes y marineros genoveses, influidos y motivados por las fiestas carnales, las expresiones públicas del arte corporal y las manifestaciones licenciosas de venecianos, lombardos y florentinos durante el universal movimiento artístico, cultural, científico y literario del Renacimiento italiano.

Lo cierto es que en Santa Cruz de Tenerife, el Carnaval ha rozado las cotas de lo sublime. Los bailes de máscaras en sitios cerrados no desmerecen el desenfado popular callejero de todos los participantes en el gran espectáculo, donde grandes y pequeños, mujeres, hombres, ancianos y visitantes lucen sus originales máscaras y sus acertados disfraces en mitad de las calles y plazas, de día y de noche.

Las elecciones de los mejores disfraces por votación popular, las cabalgatas de murgas, comparsas, rondallas, carrozas de localidades, calles y barrios, constituyen un espectáculo de luz, colores, sonido y diversión que resulta desconocido y embriagador para los que asisten por primera vez.

Además, el Carnaval santacrucero no fue nunca interrumpido, como sucedió en el caso de la villa grancanaria de Agüimes, a pesar de las prohibiciones de la dictadura franquista, aunque se produjeron en ambos casos serios conflictos, luctuosos y sangrientos en algunos casos.

En 1961, ante la imposibilidad de suprimirlos, se autorizó la celebración pública, a condición de que se llamasen Fiestas de Invierno. Posteriormente, en 1977 se vuelve a recuperar el nombre de Carnaval y se introducen cambios en las actividades de su programa, como las elecciones de las reinas del Carnaval.

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