Formación de nubes en Tenerife
¿Por qué el cielo es tan bonito en Tenerife? quizás sea arraigo, quizás cariño adquirido. Lo cierto es que siempre, de entre todo lo que tiene Tenerife, ha sido el cielo y su mar lo que más he admirado. La sensación de libertad de disfrutar en cada instante de la inmensidad del mar, la alegría que insufla el ver los nítidos azules de su cielo, y la fantástica Naturaleza que inunda la isla enmarcada entre la gallardía del Teide y los abruptos acantilados del norte, motivos más que suficientes para añorarla en cuanto uno se aleja un poco.
Este domingo, además, pudimos asistir a un soberbio espectáculo que podía admirarse solo con levantar un poco la vista al cielo, una formación de nubes como hacía mucho que no se había visto por aquí.
Nubes intensamente blancas, espesa pero al mismo tiempo algodonosas. Tan consistentes que parecían albergar en su interior algún elemento extraño dispuesto a emerger cuando menos uno se lo esperase.
Me decían que eran los vientos, que soplaban muy altos, y que ellos eran los que las movían a su antojo, como un artista dibujando un lienzo sobre el cielo. Lágrimas blancas cayendo por un lado, largas líneas algodonosas compuestas en paralelo y con formas idénticas por el otro…
Y para remate, nuestro clásico «sombrerito» sobre el Teide. Más perfecto que nunca. Elegante él, y como siempre, como dicen los más «viejos del lugar», sabios en tradiciones, anunciando que se acercaba la lluvia. Según su forma, consistencia y altura anunciará mayores o menores lluvia o la presencia de vientos, pero siempre, en las 24 horas siguientes.
… aquella noche, llovió.
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