Historia y leyendas del Barranco de Badajoz
El barranco de Badajoz, llamado Chamoco por los guanches (y por buena parte de los habitantes del municipio), es uno de los lugares más controvertidos y misteriosos de todo Tenerife, a la vez que un reducto de belleza y naturaleza, salpicado por abundantes galerías de agua. Ubicado dentro del sureño término municipal de Güimar, ha sido objeto de numerosos hallazgos arqueológicos como los encontrados en la Cueva del Cañizo, reconocible por las vigas de madera que adornan su techo, lo cual muestra su importancia para los antiguos habitantes de la isla.
Hay un total de siete galerías de agua excavadas en el barranco, y se extienden bajo tierra a lo largo de casi 15 km, sus nombres son: Acaymo (o Cueva Negra), el Almagre, Aceviño (que hizo las funciones de almacén para los obreros de las galerías), Nuestra Señora del Socorro, El Cañizo, Izaña y la más extensa de todas, Chamoco, con poco más de 4 km de largo.
Cedido tras la conquista al español Juan de Badajoz, del cual procede su actual nombre, este barranco ha sido a también objeto de fascinación, por la gran cantidad de historias y leyendas que circulan en relación a unos misteriosos seres que habitan en sus profundidades. Como en el caso de otros lugares del archipiélago que se han hecho famosos debido a la constante llegada de investigadores de los OVNIS (Punta del Hidalgo, Gáldar o la playa de El Médano entre otros), el barranco de Badajoz posee ya una incuestionable fama de ser un lugar donde suceden cosas inexplicables.
Desde la aparición de unos misteriosos y pacíficos seres vestidos de blanco, cuyas leyendas se remontan a principios del siglo XX, hasta la práctica de rituales de carácter satánico, el barranco de Badajoz es objeto de todo tipo de sucesos, con la consiguiente discordia entre escépticos y creyentes en lo sobrenatural.
Entre las más antiguas historias que circulan sobre el barranco, hay dos que enlazan sus trasfondos mediante la aparición de los «seres de blanco» que supuestamente viven en el interior de la tierra. De entre todo el abanico de seres extraños que los testigos afirman haber visto aquí, los seres de blanco son los que con mayor fuerza han permanecido en el folclore popular.
Se cuenta que en la primera década del siglo XX, una familia de Güimar envió a su hija al barranco en busca de peras, pero la pobre criatura no regresó ese día, ni siquiera ese año. Años más tarde, cuando sus padres ya habían perdido toda esperanza de encontrarla, la pequeña apareció en la puerta con la cesta llena de peras, como si nada hubiera pasado, lo más extraño es que no había envejecido ni un sólo día. Cuando sus padres se recuperaron del susto, la niña les contó que se había quedado dormida bajo un árbol y que un hombre vestido con una túnica blanca la despertó, para llevarla al interior de una cueva donde había más hombres vestidos de igual manera para luego dejarla marchar. Para ella no habían transcurrido más que un par de horas, mientras que para sus padres habían sido varios años.
Otra leyenda sobre estos habitantes de las profundidades es la de dos mineros que se encontraban excavando un túnel para construir una galería de agua. Mientras picaban la pared, se abrió un hueco y pudieron divisar una amplia sala al otro lado de la galería, en la que había varios de estos curiosos personajes vestidos de blanco. Lejos de causarles ningún mal, simplemente les indicaron el lugar adecuado en el que debían buscar para hallar las bolsas de agua.
Foto vía: fotosysenderos

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