San Agustín y el milagro del agua
En el sureño municipio de Arafo, se viene celebrando desde mediados del siglo XVIII y de manera eventual una tradición que nos recuerda la última erupción del Volcán de Las Arenas (o volcán de Arafo). Se trata de la bajada de la imagen del Obispo de Hipona.
Tras la anexión de Canarias a la Corona de Castilla y el consiguiente reparto de tierras por parte de los conquistadores. En este reparto también entrarían los tan necesarios afluentes de agua y aquí, en Arafo, los monjes agustinos (a quienes Alonso Fernández de Lugo cediera estas tierras en 1503) sacaron buen provecho de las tierras de cultivo. Tanto árboles frutales (naranjos, almendros, higos y vides) como cereales, crecieron sin incidentes durante casi dos siglos, regados por las fuentes naturales del barranco de Arafo.
Pero la desgracia llegaría en 1705, cuando el volcán de Las Arenas (en la caldera de Pedro Gil) entró en erupción. Afortunadamente la colada de lava no destruyó todo pueblo, aunque la mayoría de sus habitantes se vieron obligados a abandonarlo, pero bajó por la ladera del barranco sepultándolo, así como la mayoría de sus fuentes.
Tras el apaciguamiento del volcán, se decidió reconstruir el pueblo un poco más al norte, en los alrededores de la Ermita de San Juan Degollado, pero la paz duraría poco tiempo. En 1746, un alud de tierra sepulta completamente el único naciente del barranco que el volcán dejase intacta, el de Añavingo. Fueron arduos los intentos por la recuperación del naciente, pero en vano. Esto obligaba a los habitantes de Arafo a ir a buscar agua al vecino municipio de Candelaria.
Al verse impotentes, los vecinos del pueblo (representados por Juan Hernández Santiago) proponen al capellán de la Ermita (Pedro de Castro) llevar una imagen de San Agustín al barranco de Añavingo. El soleado 21 de Septiembre del año 1751, tras una procesión entre oraciones y súplicas al santo, se deja su imagen en una pequeña cueva del barranco.
Esa misma noche cae un fuerte temporal y, a la mañana siguiente, los vecinos preocupados por el estado de la imagen del santo, acuden a comprobar que aun se encuentre en buen estado. Para su sorpresa, además de conservar encendida una pequeña candela que le dejaran el día anterior, comprobaron con asombro como el manantial brotaba de nuevo.
Para conmemorar este suceso, se decidió excavar un pequeño nicho en la piedra y emplazar allí una imagen del Obispo de Hipona. Aunque pocas son las veces que se «baja la imagen» hasta la parroquia, es una celebración en la que participa todo el pueblo de Arafo, se adornan las calles con ramas de brezo, aceviño y laurel, se cantan loas al santo desde el balcón del viejo molino y se organiza una colorida romería con vino y deliciosas sardinas asadas.
Foto vía: canariasfoto

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